Saartjie Baartman, conocida comúnmente como Sara, nació en 1789 en una región cercana al río Gamtoos en Cabo Este, Sudáfrica. Pertenecía al grupo étnico Joi-Joi, un pueblo conocido por su carácter pacífico y hospitalario. Sin embargo, su historia es un trágico testimonio del racismo, la explotación y los prejuicios que marcaron la era colonial, convirtiéndola en un símbolo de la lucha por la dignidad y el respeto humano.
De la libertad a la esclavitud
Los Joi-Joi vivieron inicialmente en armonía con los colonos Boers que llegaron al sur de África en el siglo XVII bajo el auspicio de la Compañía de Indias Orientales Holandesa. Sin embargo, esta relación se deterioró rápidamente. Las tierras de los Joi-Joi fueron expropiadas y ellos mismos sometidos a la esclavitud. Durante su adolescencia, Sara emigró a Cape Flats, cerca de Ciudad del Cabo, donde vivió como esclava en la granja de colonos europeos.
En 1810, fue vendida al médico británico William Dunlop, quien la convenció de viajar a Inglaterra. Prometió que ella tendría una vida mejor, pero sus verdaderas intenciones eran explotarla como atracción de circo.
La explotación en Europa
En Londres, Sara fue presentada como una rareza bajo el nombre de «Venus Hotentot». Este término peyorativo hacía referencia a su origen étnico y a sus características físicas únicas, particularmente su esteatopigia, una acumulación de grasa en los glúteos característica de algunos grupos africanos. Este rasgo natural fue distorsionado por la mentalidad colonialista de la época, que lo utilizó para justificar prejuicios raciales y sexuales.
Sara era obligada a desfilar desnuda en plataformas, obedeciendo las órdenes de su guardián. Por un pago adicional, los espectadores podían tocarla, lo que la sometía a humillaciones constantes. La explotación de Sara generó protestas en Londres en un contexto donde el debate sobre la abolición de la esclavitud estaba en auge. Aunque los tribunales londinenses investigaron su caso, William Dunlop presentó un contrato, cuya autenticidad se ha puesto en duda, alegando que Sara consentía las exhibiciones.
París: Ciencia y degradación
Tras el fin de sus espectáculos en Inglaterra, Sara fue trasladada a París en 1814, donde continuó siendo exhibida, esta vez bajo el control de un domador de fieras. En Francia, llamó la atención de científicos como Georges Cuvier, quien realizó estudios «científicos» sobre su cuerpo, perpetuando teorías racistas que consideraban a los Khoisan como los «especímenes más bajos» de la humanidad.
En París, Sara también fue obligada a prostituirse para sobrevivir. Enferma, sola y sumida en la pobreza, murió el 29 de diciembre de 1815, a los 25 años, víctima de la explotación y la indiferencia de una sociedad que nunca la consideró como un ser humano digno de respeto.
El trato inhumano después de su muerte
La degradación de Sara continuó después de su muerte. Georges Cuvier realizó una autopsia y un vaciado en yeso de su cuerpo. Su esqueleto, cerebro y genitales fueron exhibidos en el Museo del Hombre de París durante más de 160 años, representando la objetificación científica de su persona. Los genitales, en particular, fueron objeto de morbosa curiosidad debido a una característica anatómica llamada sinus pudoris, propia de las mujeres Joi-Joi.
El largo camino hacia la restitución
En 1994, el presidente sudafricano Nelson Mandela solicitó formalmente al gobierno francés la devolución de los restos de Saartjie Baartman. Francia inicialmente se resistió, argumentando que esto sentaría un precedente para otras reclamaciones similares. Finalmente, en 2002, tras un prolongado proceso legislativo, los restos de Sara fueron devueltos a Sudáfrica.
El 9 de agosto de 2002, Día de la Mujer en Sudáfrica, Saartjie Baartman fue enterrada cerca de su lugar de nacimiento, en el río Gamtoos, en Cabo Este. Su regreso simbolizó un acto de justicia histórica para una mujer cuya vida estuvo marcada por la explotación y el sufrimiento.
El legado de Saartjie Baartman
Hoy en día, Saartjie Baartman es considerada un símbolo nacional en Sudáfrica, representando la resistencia contra la opresión y el racismo. Su historia no solo expone las atrocidades del colonialismo, sino que también resalta la necesidad de reconocer y respetar la humanidad de todas las personas, independientemente de su origen o características físicas.
El caso de Saartjie Baartman continúa resonando en los debates contemporáneos sobre el racismo, la explotación de los cuerpos femeninos y la restitución de bienes culturales e históricos. Su legado inspira la lucha por una sociedad más justa y equitativa, donde el respeto y la dignidad humana prevalezcan sobre los prejuicios y la discriminación.
Referencias
- Abrahams, Yvette. «The Great Silence: Saartjie Baartman and the Politics of Memory.» Agenda: Empowering Women for Gender Equity, 2003.
- Crais, Clifton, and Pamela Scully. Sara Baartman and the Hottentot Venus: A Ghost Story and a Biography. Princeton University Press, 2009.
- Gould, Stephen Jay. «The Hottentot Venus.» The Flamingo’s Smile: Reflections in Natural History, 1985.
- Magubane, Zine. «Saartjie Baartman: A Visual Analysis.» Critical Arts: South-North Cultural and Media Studies, 2001.
- South African History Online. «Saartjie Baartman: Life, Legacy and Restitution.» 2002.